Fue en un seminario de comercio digital -hace más de diez años- organizado por la Cámara de Comercio de Madrid. En este encuentro, pionero por aquel entonces, un representante de Google y otro de Yahoo ofrecían argumentos, respectivamente, sobre cuál de los dos buscadores era más popular y eficaz, y demostraban qué resultados se acercaban más a los deseos del usuario.
El representante de Google fue contundente ante su competidor, y, con clara supremacía, afirmó ante toda la audiencia: “Si no estás en Google no existes”. Diez años después, esta rotunda afirmación ha cobrado más sentido si cabe, que en aquel remoto pasado de la era digital; no hay duda alguna de que Google es el buscador más utilizado por millones de usuarios, que sus algoritmos de búsqueda y sus variados y eficaces servicios lo han convertido en un gigante a nivel mundial del mundo digital y que ostenta la hegemonía en la red de redes.
Cuando empleamos Google para buscar el nombre de una empresa o de una persona física, las respuestas en nuestras búsquedas suelen ser útiles y válidas, pero ¿significa esto que la información que nos proporciona ha sido actualizada de forma reciente? Hay que ser cautos, ya que el hecho de haber encontrado determinada información en Google, que la vemos en pantalla y que nos permite navegar por la página web de una empresa y conocerla mejor no siempre es sinónimo de que la empresa esté viva y que funcione en su actividad.
Existen miles de páginas de empresas activas en la web que siguen vivas en el mundo virtual (online) pero ya no existen en el mundo real (offline). Cuando una empresa cierra, su página web no muere de forma instantánea, la página dejará de existir en el mundo digital cuando su dominio expire por caducidad, tras no ser renovado.
Una web puede aportarnos datos útiles para conocer de una forma básica la empresa con la que vamos a tener algún tipo de relación; dicha información suele dar respuesta a tres preguntas:
- ¿Quién está detrás?
- ¿Dónde está ubicada?
- ¿A qué actividad se dedica?
Pero esta información tiene que ser verificada y contrastada como parte de una investigación económica, la cual tendrá más fiabilidad si, además, es realizada por un detective privado. En función del tipo de informe deseado el cliente con interés legítimo puede solicitar diferentes niveles de investigación, sobre los administradores, sobre empresas relacionadas, sobre su trayectoria, etcétera.
La idea de ‘actualización’ puede ser aplicada, así mismo, al servicio de Google Maps, herramienta que nos es muy útil pero que no siempre está actualizada. Valga como anécdota para ilustrar dicha información lo que me sucedió el año pasado en un viaje a Salamanca: quería comer en un restaurante hindú y utilicé la herramienta de geolocalización de Google, la cual me indicó que había uno en el centro de Salamanca; confiado, me dejé “guiar” por Google Maps y al llegar no había ningún restaurante hindú, sino uno chino. Acostumbrado a la fiabilidad de Google Maps, pregunté en un bar cercano, quienes me explicaron que el restaurante que yo buscaba había cerrado hacía más de un año y había sido reemplazado por restaurante de comida oriental que tenía delante.
Así pues, queda claro que toda la información de Google no estaba actualizada ni contrastada; una llamada podría haber subsanado el error. ¿Qué podría hacer Google para que esto no sucediera?, para empezar, una criba importante de las empresas que ya no tienen actividad y que no están funcionando. Estos datos deberían ser actualizados por Google al menos dos veces al año, siendo deseable que fuera instantánea la veracidad de la información ofrecida. Para ello, estoy seguro de que hay investigadores privados dispuestos a contribuir en la actualización de esos datos.