A veces la vida te pone delante, como por arte de magia, una buena historia. Hace un par de meses tuve el honor de participar como ponente en el XIV Congreso Internacional sobre el Fraude en el Seguro, celebrado en Buenos Aires, donde oí hablar por primera vez de Evaristo Meneses.
Si viajamos atrás en el tiempo hasta finales del XIX y principios del XX encontramos, en el origen de los investigadores privados, un patrón que se repite. Eran comisarios o inspectores del cuerpo policial que, tras su jubilación o retiro, creaban sus propios despachos. Además, solían tener presencia en medios de comunicación, lo que les hizo adquirir fama, reconocimiento y admiración, por lo que plasmaban sus memorias y su experiencia en libros, escritos por ellos mismos o por otros. En este selecto grupo encontramos figuras míticas de la profesión, como Charles Arrow en Inglaterra, Daniel Freixa en España, William J. Burns en Estados Unidos, Eugene Villiod en Francia o Valen Quintana en México.
Evaristo Meneses comparte esas características, aunque en este caso el viaje en el tiempo es un poco más breve, ya que su carrera se desarrolla a mediados del XX.
Hijo de un representante de maquinaria agrícola, Evaristo nació el 26 de octubre de 1907. Lo hizo, igual que sus diez hermanos, en el pueblo General Daniel Cerri, en la partida de Bahía Blanca, cuando el pueblo aún se llamaba Cuatreros. Allí vivió hasta los trece años, momento en que se trasladó con su familia a Montevideo, Uruguay, donde finalizó sus estudios siendo adolescente.
Con 27 años se incorporó, como ayudante de tercera, a la Policía Federal de Argentina, cuerpo al que dedicó los siguientes 30 años de su vida, convirtiéndose en el agente más reconocido de su tiempo, después de pasar por diferentes departamentos, Robos y Hurtos, Delitos y Vigilancia, Dirección de Investigaciones, Defraudaciones y Estafas, hasta que el 12 de marzo de 1957 fue nombrado jefe de Robos y Hurtos.
En ese departamento, entre 1957 y 1962, El Pardo, como le denominaban los hampones, resolvió 1.117 robos y atrapó a los más peligrosos criminales de su época, como Jorge Villarino, Horacio Pardo y el Loco Prieto.
Traje oscuro, pelo engominado, cigarrillo en sus dedos y una Colt M1911 calibre 45 pegada a su cuerpo o a su pierna derecha. Gran conocedor de la naturaleza humana, Meneses pensaba que había dos cosas imposibles de esconder en la vida, el amor y el dinero, especialmente este último, que se ostenta y se gasta, por lo que solía salir a cazar en las noches porteñas, a los clubes de moda, donde era respetado por porteros y camareros.
Con fama de incorruptible, de excelente investigador y de tipo duro, para él sólo existían dos bandos, el de los buenos y el de los malos.
En 1962 plasmó sus memorias en un libro llamado Meneses Contra el Hampa[1]. Dos años después, cuando era, con 58 años, uno de los candidatos a ser designado como comisario general, fue, según algunas versiones, obligado a dimitir por sus superiores por su excesiva fama y porque sus técnicas ya pertenecían a otra época. Se retiró del cuerpo y comenzó su etapa como investigador privado, abriendo un pequeño despacho particular —Evaristo Meneses. Investigaciones privadas— en la calle Córdoba, 1332-1336, planta B, de Buenos Aires.
Desde su retiro de la vida policial se dedicó a la pintura, llegando incluso a recibir un segundo premio en el concurso del Fondo Nacional de las Artes. También dedicó tiempo a escribir. Como ejemplo, el relato El asalto al Ministerio de Salud Pública, cuyo manuscrito entregaría al periodista Juan Sasturain en la conocida entrevista que le realizaron en 1986.
A partir del año 1984 se convirtió en un personaje de tebeo, con Carlos Sampayo como guionista y Francisco Solano López como ilustrador. La publicación, un gran ejemplo del género negro, se llamó Evaristo y se publicó en las revistas Superhumor[2] y Fierro[3], llegando a reproducirse en algunas revistas fuera de Argentina, como la española Thriller[4] en 1984. Cabe reseñar al respecto que, según cuenta un libro recopilatorio de Ediciones Colihue publicado en 1998, cuando conoció la publicación, «Meneses miró con displicencia las páginas de la historieta y señaló algunas diferencias entre la ficción y el espejo (era más bajo y menos gordo que el Evaristo de papel). El hombre y el personaje se encontraron y no se entendieron demasiado».
Para finalizar, me quedo con esta maravillosa descripción que Juan Sasturain le dedica en su entrevista, que puedes leer íntegra aquí:
Ahí está Meneses. Pausado, inquisitivo, serio, cordial. Peinado achatado, dirían los giles de la falsa alerta, a la moda por entonces. El pelo entero, gris por zonas, adherido al cráneo sin esfuerzo ni tensiones, gardeliano, le queda insustituible a la cara de hombre vivido en arrugas entrecerradas, el labio generoso y sarmientino. Sé que ha sido boxeador –sesenta peleas como aficionado, campeón nacional en el Uruguay, semifinalista para ir a los Panamericanos de Los Angeles, explicará después– y eso me hace ver orejas golpeadas donde tal vez no las hay. Sé que ha recibido plomos y no precisamente en la espalda –dos veces, dirá al pasar–, pero no hay huellas ni rengueras ostensibles. Lo que queda y se ve es la pinta brava.
[1] Meneses contra el hampa, relatos policiales. Editorial Mam, Buenos Aires 1962
[2] Superhumor se publicó en Argentina entre 1980 y 1984 por Ediciones La Urraca, con 46 números publicados.
[3] Fierro era una revista de historietas editada en Argentina, con dos épocas bien diferenciadas: una primera etapa de 1984 a 1992, cuando era publicada por Ediciones La Urraca, y una segunda que comenzó en 2006 como suplemento del diario Página/12, y continuó publicándose hasta marzo de 2017.
[4] Thriller fue una revista de cómics mensual de Toutain Editor que se publicó en España en 1984