Inglaterra, primer cuarto del siglo XX, al término de la época victoriana. Scotland Yard es el referente mundial en técnicas de investigación y desde finales del siglo XIX sus mejores oficiales de policía especializados en la materia fueron detectives privados tras abandonar el cuerpo. Una coyuntura especial, aunque no única: entre sus homólogos se cuentan Ramón Fernández Luna en la Brigada Criminal de España, Marie-François Goron en Sûreté Nationale de Francia o Wilhelm Stieber en la alemana Sicherheitsabteilung.
Pero los protagonistas de este artículo son The Big Four, apodo que recibieron los cuatro responsables del Departamento de Investigación Criminal de la Policía Metropolitana de Londres en 1919. Juntos resolvieron numerosos casos, lo que les dotó de una popularidad enorme. Merece la pena conocer de cerca a los cofundadores de este grupo.
Frederick Porter Wensley es uno de ellos. En su haber se encuentran hitos como participar en la investigación de los asesinatos de Jack the Ripper (Jack el Destripador) o escribir Forty Years of Scotland Yard: The Record of a Lifetime’s Service in the Criminal Investigation Department (1931), un libro imprescindible en la estantería de cualquier detective privado en la actualidad. Cuando en 1929 se retiró del cuerpo, se dedicó a la investigación privada con gran éxito, ya que supo aportar al ámbito privado lo mejor de sus años como jefe de detectives en la Policía.
El resto de componentes de esta singular cuadrilla no desmerece nuestra atención. Albert Hawkins alberga cientos de casos en su currículum. Uno de los más conocidos fue la resolución del asesinato de Bella Wright, poseyendo como única pista un hombre que había sido visto con una bicicleta de color verde. No hay constancia que se dedicara a la investigación privada, pero teniendo en cuenta sus características es probable que así fuera.
Arthur Neil,por su parte, estuvo detrás de uno de los casos más mediáticos de la época. Se trataba del asesinato de tres mujeres, que, según las primeras pesquisas, parecían haber muerto en sus bañeras sin signos de violencia y de modo accidental. El factor común, de acuerdo con el avance de las investigaciones, radicaba en que todas tuvieron el mismo marido. El susodicho cambiaba de nombre en cada uno de sus asesinatos, cometidos con un año de diferencia entre ellos: usó Henry Williams (1912), George Joseph Smith (1913) y John Lloyd (1914). Tras esta y otras hazañas, Arthur Neil creó su propia agencia como detective privado al jubilarse.
Otro caso significativo y muy popular en la prensa británica fue la detención de Brilliant Chang, obra de Francis Carlin, el último de los Big Four. Chang, traficante de origen chino, era conocido como “El rey de la droga de Londres”. Además, es autor de otro libro digno de estar en las bibliotecas de todos los detectives contemporáneos: Reminiscences of an Ex-detective (1920), verdaderamente imprescindible.
Estos cuatro históricos detectives aparecen como Superintendents of the Criminal Investigation Departament en el International police, detective, sheriff, constable and identification directory (San Francisco, 1921), célebre directorio de contactos a nivel mundial, donde aparecían los datos de identificación de los principales jefes de policía, agencias de detectives, forenses y criminólogos. En esta exclusiva agenda también aparecen los datos de los detectives privados españoles pertenecientes a las agencias Private Police Agency, American Office, Detectives Office, Instituto Mercantil Internacional y Detectives Sun, las cinco de Barcelona; así como a Centro de Policía Particular y Detective Internacional, las dos de Madrid.