Hay preguntas que forman parte del cuestionario estándar que se hacen los niños entre compañeros y amigos del colegio. Esas cuestiones que todos hemos formulado y que a todos nos hicieron en su día. ¿Qué asignaturas te gustan más?, ¿De qué equipo de fútbol eres? Por supuesto una de esas preguntas siempre es ¿y tu padre en qué trabaja?
Sobre esta pregunta escuchas una variedad de respuestas, pero cuando la contestación es que tu padre es detective privado tienes asegurado el monográfico del tema durante unos minutos en el patio del recreo. Para empezar las reacciones son fácilmente clasificadas, una de ellas es la pregunta a modo de confirmación de lo que se ha escuchado ¿tu padre es detective privado? Tras la afirmación llega la interrogación como ansiedad de conocimiento, luego la decepción ¿Y tiene pistola? ¿Trabaja con la policía? ¿Alguna vez ha visto un cadáver? Pero hace unas semanas, a uno de mis hijos, la curiosidad de uno de sus amigos le llevó a plantearle la duda ¿y tu padre ha matado a alguien? Algo que mi hijo me transmitió esa misma tarde a modo de “¡¡Fíjate lo que me ha preguntado Ivan!!”.
Son comprensibles ese tipo de preguntas. La idea que tienen de un detective privado es la que perciben en las películas y series americanas, donde el detective teme por su vida y necesita un arma para protegerse, dedica semanas a entrelazar las piezas que le llevan a encontrar al asesino en serie de la temporada, o bien busca las trazas que encajan y responden a un atraco importante en un banco, estudiando bajo un plan que contempla todos los detalles. Mis hijos saben que la realidad es otra, que en España nuestra profesión es distinta. Lo que intento trasmitirles, y cada vez son más conscientes, es que investigamos para aportar pruebas, ésa es nuestra verdadera función. Yo me siento orgulloso de ser detective, de esta profesión que me ha dado parte de lo que tengo y de lo que soy.
A mí no me importa que mis hijos digan que soy detective privado, sé que en ocasiones les tiene que divertir y hacer protagonistas durante unos minutos ante sus amigos, sé que estos amigos se lo cuentan a sus padres y éstos a otros padres, de modo que se convierte en una pequeña historia que se expande por ese micro mundo que rodea al colegio. Otros compañeros de profesión, a los que entiendo perfectamente, advierten a sus hijos que si son preguntados en el colegio por su actividad, tienen que tener preparada una alternativa: médico, abogado, informático, pero no «detective privado». Lo ven como una manera de guardar un secreto, el secreto de que papa es detective privado. Los padres lo hacen como una forma de prevenir, ya que quizás algún día el padre o la madre de uno de ellos, o un profesor, puede ser investigado por el padre detective.
Hay detectives que incluso cuando son preguntados ellos mismos por su profesión, esquivan la sinceridad con otra respuesta, con el mismo objetivo que tiene la alarma a esos hijos. Y es que puede ocurrir que una de las personas que vayan a tu gimnasio sea un futuro investigado por ser un directivo desleal de su empresa, o que el camarero que te sirve el café con leche matutino sea objeto de una investigación por una baja fingida.
Conozco a un colega que, cada vez que es preguntado por sus labores, responde “químico”. De ese modo también se ahorra las preguntas, que debido al desconocimiento, siguen a continuación cuando dices que eres detective, y que no son muy distintas de las planteadas a los niños: ¿Y usas pistola? ¿Has visto un cadáver?
Lo que ningún adulto me ha preguntado de momento es si he matado a alguien.